miércoles, 10 de agosto de 2011

Carta a los indignados

CARTA ABIERTA A TODOS LOS INDIGNADOS DE ESPAÑA

Me voy a presentar:

Me llamo Rosendo, soy de Barcelona, tengo 54 años y soy taxista de profesión. Ejerzo mi vida profesional en Barcelona, conduciendo un taxi de los típicamente conocidos como los amarillos y negro.

Me dirijo a todos los indignados de España, a todos éstos que componen esta fuerza que popularmente se va definiendo como el movimiento del 15 M, y lo hago, atraído inevitablemente, por el sinfín de acontecimientos e incertidumbre, que todo este proceso, va provocando en nuestro país.

Es precisamente esta empanada mental, este conglomerado de ideas, propuestas, titubeos, confusionismo e inseguridad, lo que produce que me sienta atraído por algo, que inevitablemente está en el aire, y al mismo tiempo, está creando una esperanza de futuro, que considero humildemente, debemos empezar a valorar con la energía suficiente, que nos permita luchar por la ilusión de un mundo mejor, que es en el fondo, lo que todos queremos.

Es muy difícil, qué duda cabe, enfrentarse a los sistemas, a las estructuras, y en definitiva a los modelos sociales, por llamarlos de alguna manera, que se han ido fortaleciendo a través de un convencimiento de las masas, que lo que hay, es lo ideal y por lógica, lo lógico.

De hecho, siempre ha sido así, y por tanto, sin entrar en más preámbulos, así sigue siendo.

El intentar llegar al convencimiento de que todo puede estar bien, pero que indudablemente hay algo que falla, es un tema que nos obliga a enfrentarnos a una serie de realidades, que son muy difíciles de combatir. Las dificultades no vienen sólo por la propia solidez de las estructuras del sistema, sino que también hay que añadir que la mayoría de la mente humana ve con cierto recelo, cualquier intento por modificar lo que ya se ha dado por bueno.

A partir de aquí, empiezan los planteamientos, con sus correspondientes contradicciones, por intentar explicar qué es lo que está mal, y qué es lo que se debería de hacer. Con todo en contra, la sociedad misma y el rechazo a nuevas opiniones, se desarrolla todo un compendio de detracción e incomprensión, que

provoca que cualquier intento por explicarse, quede sumido en un sinfín de incomprensiones y dificultades, que obligan a desistir al más pintado.

La única ventaja en el movimiento indignado, es que a pesar de los pesares continúa, y además, lo hace dentro de un concierto paciente de entendimiento y participación, que quiere demostrar por encima de todo, aunque a veces lo tenga que hacer con gritos agónicos, que esto debe de ser una fuerza imparable, que tarde o temprano, conseguirá cambiar las cosas. Porque las cosas, cada uno que piense lo que quiera, las cosas no están bien, o como mínimo, no van bien. Algo está fallando.

Todo esto provoca que en más de una ocasión, y yo el primero, veamos con desconfianza a las personas, las ideas, los objetivos e incluso, si se me apura, la posible manipulación de todo este movimiento. Y a partir de aquí, comencemos a especular sobre infinidad de posibles hipótesis, que dentro de nuestro

propio esquema mental, nos convence de que tenemos razón y que el movimiento 15 M, no es más que un montaje, que tampoco sabemos de quién, pero que si estamos convencidos de que lo es, entre otras cosas, porque lo hemos analizado nosotros. Esto, unido a la comodidad, aliada del ser humano moderno, nos conlleva a abandonarlo todo, a criticar o verborrea cuando se nos pregunta, y a no darle más vueltas, y que hay se las compongan.

Y, curiosamente, con todo este complejo se enfrenta este movimiento 15 M, para que colabore de alguna manera, a provocar más confusionismo, más fluidez de posturas y convicciones, en principio sin sentido, y en definitiva, más complicaciones, para poder explicar, o como mínimo, intentar discernir que se podría hacer.

Me he puesto yo el primero, porque recuerdo haber auto opinado a partir de unos carteles que vi en la tele, que hacían referencia a la nacionalización de los bancos y las cajas. En mis contertulias recuerdo haber criticado la presencia comunista dentro del movimiento de los indignados, y haberle restado importancia, por considerar que a partir de ahí, era algo que ya no iba conmigo, porque yo tenía mis opiniones sobre las complicaciones que habrían si se produjera un fenómeno de estas características, opiniones que traspasé a mi enemistad con todos los indignados a los que veía portadores de esas ideas, y por tanto los convertía en mis enemigos, sin darle más vueltas.

No voy a explicar aquí cuáles eran mis conceptos sobre este tema, porque por esta misma regla de tres, podría yo encontrarme con personas, que prescindieran de mis planteamientos, simplemente, porque dentro de mis conceptos dijera algo que no les gustara, y a partir de aquí, me hicieran borrón y cuenta nueva, y no les interesara nada más de lo que yo pudiera contar. De hecho, y así de simple, solamente por lo que acabo de escribir, habrá ya más de un lector que me define como anticomunista, y ya no le da más importancia a si yo me estaba refiriendo a los males que veo en la posible nacionalización de la banca, ni por que los veo de esta manera. Incluso haya algún lector que a partir de aquí, ya no siga leyendo esta carta abierta.

¿Por qué digo todo esto? Ahora si me voy a explicar un poco. Fue precisamente hablando con compañeros del taxi de Barcelona, que siguen con mucho interés el movimiento 15 M, lo que empezó a hacerme ver las cosas de otras manera, y de alguna forma, empezar a desarrollar lo positivo de este fenómeno, que ha culminado, en principio, con la elaboración de esta carta abierta.

Cuando se me dijo que en este movimiento, cada uno exponía lo que consideraba mejor, independientemente de que estuviera más o menos convencido de ello, pero que lo que en realidad se gestaba en este grupo, era que cada uno pudiera expresar lo que a su manera viera como una solución, aunque no estuviera del todo seguro de que la fuera, porque el libre albedrio de pensamientos, ideas, posibilidades o soluciones, eran la única arma que en principio había, para enfrentarse a todo un sistema que no está cumpliendo los objetivos de las personas que lo componen, empecé a darle vueltas al tema.

Y llegué a estas conclusiones, a las que yo también, y más a partir de ahora, me permito el privilegio y la humildad, de poder decir que tampoco tienen por qué ser las buenas. Esto es lo que me está enseñando todo este proceso. El movimiento 15 M, hace, dice, propone, expone, todo un conglomerado de ideas y posibilidades, pero siempre con el compromiso claro de que ninguna es la fija, la definitiva, solo está haciendo una amalgama de posibilidades, que provoquen en principio, como mínimo, el movimiento, la inquietud, la participación o la opinión, de todo aquel que considere, por lo menos y, humildemente, que algo hay que hacer, algo que cambie toda la desidia, abandono y escasez de ideas en las que está inmersa la sociedad que nos está tocando vivir.

Los indignados, indudablemente, están dando muchos palos de ciego, posiblemente, diciendo muchas cosas incongruentes, provocando situaciones de recelo y contrariedad por parte de todo el que los oye, creando situaciones de indiferencia ante la opinión pública, están siendo diana de muchos confabuladores que se regodean de poder confundirles y señalarles. Están en definitiva, creando una atmósfera de incertidumbre que terminará revelando una serie de improperios, que

indudablemente manifestarán toda la amplitud de irregularidades que se están produciendo o provocando, en esta sociedad, que en el fondo, y tampoco sin saber los porqués, estábamos dando por perfecta.

Les está costando “sangre y sudor” imponer ideas o conclusiones, plasmar estrategias o soluciones, organizarse a través de asambleas de barrio o ya ni saben dónde. Se ven obligados a enfrentarse a la policía sin argumentos coherentes, a escuchar las opiniones de los demás sin esquemas amplios de demagogias definidas para defenderse, aguantar programas de radio sin guiones definidos, a infravalorarse como líderes improvisados de una simbiosis ideológica sin pies ni cabeza, a preguntarse incluso si lo están haciendo bien o no.

Pero hay una cosa que está bien clara, lo que es innegable, y esto no se lo podrá quitar nunca nadie, es que tras esta cantidad de barbaridades que acabo de citar en mi párrafo anterior, se está creando una filosofía, una esencia, una semilla, que va germinando, que va creciendo, y que va diciendo a todas luces, que si no se puede conseguir nada, hay una cosa que es evidente, nuestros hijos, nuestros sucesores, sí que serán capaces de hacerlo, porque ellos sí que vendrán con ideas nuevas, con nuevos esquemas, con nuevas perspectivas, con nuevas ilusiones, y ellos saborearan esta semilla que ahora se está engendrando y que para entonces ya será una realidad, una realidad que les permitirá hacer funcionar un mundo de ilusión y de alegría que esté lejos, muy lejos de esta cantidad de escarnios que a nosotros nos está tocando vivir, y que tanto nos está costando vencer. Y de nosotros, siempre tendrán presente, porque la historia así se lo dirá, que no supimos combatirlo, pero que no lo queríamos.

Algo como nos ha pasado a nosotros que nos hemos encontrado en una sociedad cargada de defectos pero también de cualidades. Vivimos sin guerras en nuestro entorno, sin una serie de obligaciones, con una ligera e importante calidad de vida, con una libertad de expresión, que aunque condicionada, si exista.

Nuestros antepasados lo hacían igual o incluso más difícil. Cuando los pobres eran tan pobres, o se trabajaba para malvivir o subsistir, tampoco estaban de acuerdo, del mismo modo que cuando se empezaron a rebelar contra la influencia y dominio de las religiones, o cuando estar en guerra era lo lógico. Ellos también se enfrentaban a unas sociedades y unas normas que ya estaban establecidas, que era prácticamente imposible derribar, y también se retaban a los demás, que entendían que así eran y debían seguir siendo las cosas.

También se revelaron a su manera, y pregonaron en los desiertos y fueron incomprendidos, y posiblemente se sintieron decepcionados y abatidos, pero eso sí, la semilla estaba plantada y germinó, y nosotros la hemos aplicado.

Y digo todo esto, para que esa semilla que ya está plantada, empiece a germinar, para que nadie se eche atrás, para que nadie se derrote, porque si no es para hoy, será para mañana, la semilla que florece, florecida está. Y la fuerza del pueblo es imparable,

puede con poderosos, políticos y demás potentados. El pueblo es un fenómeno en marcha, que se reproduce y siempre está en movimiento.

El movimiento 15 M, hoy, guste o no guste, es una realidad, y esta realidad ya está en marcha, creado además en una filosofía de participación y estudio relajante de opinión, que será prácticamente imposible pararlo.

Indignados estamos todos los españoles, aquí no hay ni nacionalismos, ni clases sociales, ni prejuicios, no hay un lugar de España sin indignados. Es una fuerza social real, latente y patente, que se debe de desarrollar no sólo en los barrios, sino en cada rincón de España.

Yo estoy muy contento de poder relacionarme o integrarme a este movimiento a través de mis compañeros taxistas, porque así también introducimos los grupos profesionales dentro de esta filosofía demandante e intransigente, en la que indudablemente cabemos todos. En el taxi y en cualquier sector, camareros, transportistas, tenderos, mecánicos o médicos.

Todos a nuestro nivel, sin esquemas, sin soluciones patentes, sin argumentos, sin más ilusión que la de poder decir que hay algo que no va como tendría que ir. En un grito armónico, alejado de posturas antagónicas, de opiniones prepotentes, de conceptos egocéntricos. Dentro de un alma viva de entendimiento, en una filosofía que incita a los cambios reales, completos, para acabar con un sistema mal trazado que por puro despiste hemos permitido.

Abandonando la intransigencia y entrando en la dinámica de que entre todos lo podemos conseguir y que en la fluidez de ideas están las posibles soluciones a tanta desidia y dejadez.

En un país que parece tercermundista, donde los mecenas del orden y la libertad nos quieren volver a imponer antiguos postulados feudalistas, y donde el respeto a la persona, a su libertad y a su emancipación clama por su ausencia, aunemos esta nueva filosofía de protesta, e intentemos luchar para conseguir un mundo mejor, aunque de momento, no tengamos muy claro cómo hacerlo. Pero si tengamos claro, que esta semilla que ya está plantada, debe de florecer.

Todo el mundo, no hay lugar a excepciones, y me encantaría ver a los Boixos Nois del Barça o a los hinchas del Madrid, con pancartas a favor de los indignados, o en cualquier parte, no hay excusas. ¿Quién no está indignado en nuestro país? Me gustaría saber si existe un solo español que no quiera la democracia y la libertad, y no esté indignado con esta vergüenza de democracia que hemos creados, con esta colección de políticos indeseables, interesados y aprovechados, que usan el corazón de todo un pueblo para enriquecerse, crear su patrimonio y grandes fortunas a costa del

dinero público, y dejan a una nación en la miseria, sin importarles lo más mínimo el padecer de todo un pueblo. Pero esto ya sería entrar en otros temas.

Confío que se me haya entendido un poco. Estaré en contacto con todos vosotros. Gracias.

Rosendo Muñiz Soler. Barcelona.

Miembro del G.A.M.E. (Grupo de Autónomos Mutilados de España)

somoselgame@gmail.com

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